El consumismo es producto de dinámicas complejas en el seno de la “sociedad de consumo”, como la entienden los antropólogos. Dichas dinámicas pueden resumirse en:
La fuerza social y psicológica de los medios publicitarios y el marketing, capaces de incentivar el consumo de ciertos bienes mediante estrategias de seducción a las que todos somos, en alguna medida, vulnerables. Los productos compiten de esa manera por nuestra atención, y es normal responder a ello de maneras impulsivas e irracionales.
Las facilidades que ofrecen ciertos productos desechables, cuyo uso es inmediato y luego van a la basura, sin importar que sus desechos y residuos puedan permanecer (como en el caso de los plásticos) cientos de años contaminando el medio ambiente. Sin embargo, como el producto ha desaparecido de nuestros hogares, tenemos la impresión de que ha dejado de existir del todo.
La obsolescencia programada de muchos productos, especialmente los tecnológicos, que obedecen a la lógica consumista de verse obligado a comprar uno nuevo cada cierto tiempo, para así mantener la industria andando. Estos productos podrían durar mucho más, pero están programados para dejar de funcionar en un cierto momento y obligarnos a comprar uno nuevo.
La cultura de la novedad y la innovación, que nos recompensa social y emocionalmente sólo si tenemos el último modelo de un producto o servicio, y en cambio nos avergüenza si nos hemos quedado atrás en la carrera. Lo peor es que estar al día es prácticamente imposible, dado que el ritmo de innovación es mucho más veloz que cualquier capacidad personal de ahorro o de generación de riqueza.
Fuente: https://concepto.de/consumismo/#ixzz83A1JxGIj